Cuando la razón cae en «contradicción»: Entender la «antinomía» de Kant y ver los límites del conocimiento
¿Alguna vez has reflexionado sobre preguntas como estas por la noche?: ¿El universo tiene un comienzo? Si sí, ¿qué existía antes de ese comienzo? Si no, ¿cómo es posible concebir un tiempo infinito? Cuando intentas deducir respuestas mediante la lógica, te das cuenta de que dos conclusiones completamente opuestas pueden ser válidas a la vez. Esto no es un desorden mental, sino lo que Kant llamó «antinomía» en su Crítica de la razón pura: un «experimento mental» donde la razón se enfrenta a los límites de sus propias capacidades.
El corazón de la «antinomía» radica en el dilema lógico que surge cuando el ser humano usa la razón —que solo es aplicable al «mundo empírico»— para explorar «cosas en sí mismas» que trascienden la experiencia, como «el todo del universo» o «la naturaleza del alma». No es un debate de «correcto versus incorrecto» en un sentido maniqueo, sino una contradicción donde «ambos lados parecen ser ciertos»: dos conjuntos de proposiciones pueden demostrarse con lógica rigurosa, pero se niegan mutuamente, dejando a la razón atascada en un impasse. Kant las resumió en cuatro conjuntos clásicos, pero estos «dilemas» están presentes en profundidad en nuestra vida y nuestro pensamiento.
I. Las cuatro antinomias clásicas: La razón «enredada» ante preguntas últimas
Las cuatro antinomias propuestas por Kant abordan directamente las preguntas últimas de la humanidad sobre el «universo» y la «existencia»; cada una actúa como una regla que mide los límites de la razón.
El primer conjunto se refiere a «los límites espaciotemporales del universo»:
La tesis afirma que el universo tiene un comienzo en el tiempo y un límite en el espacio. Si el universo no tuviera un comienzo, habría transcurrido un tiempo infinito antes de «este momento» —pero un «tiempo infinito» no puede «terminarse», por lo que el universo debe tener un comienzo. De la misma manera, si el espacio fuera infinito, no podríamos concebir cómo un «espacio infinito» podría ser «contenido», así que el espacio debe tener un límite.
La antítesis, en cambio, argumenta que el universo no tiene un comienzo en el tiempo ni un límite en el espacio. Si el universo tuviera un comienzo, «antes de ese comienzo» solo habría «nada», y el «nada» no puede generar «existencia», por lo que el universo no tiene un comienzo. Si el espacio tuviera un límite, «más allá de ese límite» seguiría siendo espacio, así que el espacio no tiene límites.
El segundo conjunto gira en torno a «la divisibilidad de la materia»:
La tesis propone que la materia está compuesta por «partes simples» que no se pueden dividir más. Si la materia pudiera dividirse infinitamente, finalmente se desintegraría en «relaciones puras sin sustancia» —sin un «sustrato» mínimo, la materia perdería su base de existencia, por lo que deben existir partes indivisibles.
La antítesis, sin embargo, sostiene que la materia se puede dividir infinitamente y no hay «partes simples» indivisibles. Cualquier materia que exista en el espacio ocupa «una parte del espacio», y «el espacio en sí es divisible infinitamente», así que la materia también se puede dividir sin fin, sin existir «partes simples».
El tercer conjunto trata sobre «libertad y necesidad»:
La tesis señala que existe «voluntad libre» en el mundo y no todo obedece a la ley de causalidad. Si todo estuviera gobernado por la ley de causalidad, cada «causa» tendría una «causa» anterior, lo que llevaría a un «regreso infinito». Para romper este regreso, debe haber una «causa sin causa», es decir, la voluntad libre.
La antítesis contradice esto: afirma que no existe voluntad libre en el mundo y todo obedece a la ley de causalidad. Si existiera la voluntad libre, sería una «causa sin causa» que rompería la continuidad de la ley de causalidad. Pero en el mundo empírico, todo fenómeno tiene una causa, y la voluntad libre no se puede verificar con experiencia, por lo que no existe.
El cuarto conjunto se centra en «la necesidad del universo»:
La tesis argumenta que existe un «ser absolutamente necesario» en el mundo (como «Dios» o «el universo mismo»). Si toda existencia fuera «contingente», la «suma de todas las existencias contingentes» también necesitaría un «ser necesario» como base; de lo contrario, el mundo entero perdería su razón de ser.
La antítesis, por el contrario, afirma que no existe un «ser absolutamente necesario» en el mundo. Si tal ser existiera, estaría dentro del universo —pero todo en el universo obedece a la ley de causalidad, no hay «necesidad absoluta»— o fuera del universo —en ese caso, no tendría vínculo con el mundo empírico y no se podría verificar, por lo que no existe.
Estos cuatro conjuntos de proposiciones parecen abstractos, pero revelan un punto clave: cuando la razón intenta salir de la «experiencia perceptible» para tocar la «verdad última», se divide inevitablemente en dos «respuestas correctas» contradictorias. Esto sucede porque nuestra herramienta —la razón— está diseñada desde el principio para el «mundo empírico».
II. Antinomias en la vida: No solo filosofía, sino dilemas cotidianos
La «antinomía» no existe solo en los clásicos filosóficos; se ha infiltrado durante mucho tiempo en nuestras decisiones de vida y juicios de valor, convirtiéndose en un «dilema cognitivo» que todo el mundo puede enfrentar.
Por ejemplo, la cuestión de «elección individual versus reglas colectivas»:
La tesis enfatiza que el individuo debe priorizar su «elección libre», ya que es el corazón del valor individual. Si todo el mundo estuviera limitado por reglas colectivas y no pudiera elegir libremente su profesión o estilo de vida, la singularidad de cada individuo se perdería, y la sociedad perdería su vitalidad innovadora.
La antítesis, sin embargo, sostiene que el individuo debe priorizar el respeto a las «reglas colectivas», ya que son la base del orden social. Si todo el mundo persiguiera una libertad absoluta y despreciara leyes, ética u orden público, la sociedad caería en el caos, y finalmente se le quitaría la libertad a los individuos (piensa en las reglas de tráfico: si todo el mundo saltara el semáforo en rojo, nadie podría desplazarse con seguridad).
Otro ejemplo es la cuestión de «idealismo y realismo»:
La tesis aboga por que el ser humano defienda el «idealismo» y no se comprometa con la realidad. Si todo el mundo se rindiera ante la realidad y abandonara la búsqueda de «algo mejor», la sociedad nunca avanzaría. Son precisamente quienes se aferran a ideales «imprácticos» (como los defensores de la igualdad o los pioneros de la exploración científica) quienes impulsan el mundo.
La antítesis, en cambio, sugiere que el ser humano debe aceptar el «realismo» y aprender a comprometerse. Si te aferras obstinadamente a los ideales y ignoras las limitaciones de la realidad, no solo te encontrarás con fracasos repetidos y sufrimiento, sino que también podrías hacerle daño a los demás por tu «obstinación idealista» (por ejemplo, obligar a otros a sacrificar sus intereses prácticos por un «objetivo perfecto»).
Incluso en las «relaciones íntimas» aparece la antinomia:
La tesis afirma que en las relaciones íntimas se debe «mantener la independencia», ya que es la clave de un vínculo duradero. Si te vuelves demasiado dependiente de tu pareja, perderás tu identidad, y la relación se convertirá en una carga. Solo los individuos independientes pueden fomentar una atracción mutua sana.
La antítesis, por el contrario, cree que la «dependencia profunda» es esencial en las relaciones íntimas, ya que forma el corazón del vínculo emocional. Si ambos lados siguen siendo demasiado independientes, sin querer compartir sus debilidades ni apoyarse mutuamente, la relación se volverá fría y distante, perdiendo la esencia de la «intimidad». La dependencia no es la pérdida de la identidad, sino una prueba de confianza.
Estas antinomias cotidianas coinciden en esencia con las proposiciones filosóficas de Kant: intentamos usar una razón «o uno o el otro» para juzgar elecciones «blancas o negras», pero en la realidad, los valores, relaciones y reglas existen inherentemente en un estado de «contradicción mutua pero coexistencia».
III. Entender la «antinomía»: No para caer en la confusión, sino para abrazar la claridad
Muchas personas, al conocer el concepto de «antinomía» por primera vez, caen en la confusión: «Si ambos lados son válidos, ¿qué sentido tiene?». Pero Kant no propuso este concepto para negar la razón, sino para ayudarnos a ver «el alcance de aplicación» de la razón.
La razón no es una «llave maestra»; solo puede resolver problemas «dentro del ámbito de la experiencia» (como «cómo construir una computadora» o «cómo tratar una enfermedad»). Cuando preguntamos por «la naturaleza del universo», «el sentido último de la vida» o «la libertad absoluta», la razón inevitablemente «falla». Esta «incapacidad» no es un defecto, sino una «protección» para el conocimiento humano: nos recuerda no usar una razón limitada para definir arbitrariamente lo desconocido infinito, ni usar una lógica «o uno o el otro» para desmembrar la realidad «compleja y diversa».
Así que, ante la antinomia de «libertad y reglas», no tenemos que elegir entre «libertad absoluta u obediencia absoluta»; por el contrario, podemos encontrar un equilibrio: perseguir la libertad dentro del marco legal y respetar las reglas al ejercer la libertad. Ante «idealismo y realismo», no tenemos que optar por «compromiso total u obstinación»; en cambio, podemos tomar los ideales como guía y la realidad como escalón. Esto no es «confundir los conceptos», sino un reconocimiento claro de los «límites de la razón».
Finalmente, la «antinomía» no es un «juego de paradojas» que atrapa a la razón, sino un espejo: refleja el deseo de la humanidad por la verdad, así como los límites de nuestro conocimiento. Y la verdadera sabiduría probablemente radica en este «conocimiento claro»: no aferrarse a la «verdad absoluta», sino buscar el equilibrio en medio de las contradicciones y abrazar lo infinito dentro de lo finito.
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